Jack Ryan: Operación Sombra

Mi reseña de hoy –así es, estamos de bajón estival y sólo escribiré sobre una película- es para Jack Ryan: Operación Sombra, quinta entrega cinematográfica de las aventuras del personaje creado por el desaparecido Tom Clancy y –por lo que parece- capítulo inicial de una nueva saga alumbrada por el nuevo Hollywood, tan dado a proveer de antiguas ideas nuestras pantallas comerciales (léase re-make de Godzilla, entregas varias de Transformers, orígenes de planetas simiescos o filón del universo Marvel). Total, que tras ponerse en la piel del agente Jack Ryan nombres tan dispares como Alec Baldwin, Ben Affleck o –el más recordado- Harrison Ford, se encarga ahora de darle vida el joven Chris Pine en una historia típica y maniquea –de esas que tanto nos gustan y a las que el fin de la Guerra Fría dio carpetazo hasta que todo el mundo ha asumido de nuevo que el agua y el aceite nunca podrán unirse- dirigida bastante aceptablemente por el gran Sir Kenneth C. Branagh. 

Lo que el argumento de esta Jack Ryan: Operación Sombra nos cuenta –tras un prólogo en el que se actualiza el origen del personaje- es el del reclutamiento de Jack por la CIA para que analice posibles ataques a la economía norteamericana y cómo este descubre el siniestro y devastador plan de un magnate ruso al que respalda el Kremlin en secreto. Branagh recupera el concepto de buenos –norteamericanos- y malos –rusos-, pero introduce de pasada esa realidad económica que nos dice que a nivel global no existe más ideología que la del dinero, y este ama al dinero, dando igual de donde viene o hacia donde fluye mientras otorgue acceso a los beneficios a los que se sientan alrededor del pastel. También es un acierto unir a la acción pura y dura y a la trama de espionaje económico el tema de las relaciones interpersonales de Ryan y su pareja, con los inevitables problemas de conciliación laboral a los que tiene que hacer frente un agente secreto que –además de sortear a una muerte que acecha en cada rincón- tiene que lidiar con las sospechas de infidelidad que su comportamiento provoca en la suspicaz Cathy. Total, que no se trata de aportar una visión revolucionaria sobre el personaje –nada nuevo bajo el sol en lo que a cine de espías se refiere- pero resulta un entretenimiento de lo más ameno. Eso sí, a mi Pine me chirría un poco como Ryan, pero supongo que nos acabaremos acostumbrando.