lunes, 27 de febrero de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo duodécimo (III)


Después de detenerse a las puertas del hotel durante unos minutos, los justos para que Gemma recogiese todo lo necesario para la excursión, la pareja abandonó la zona en dirección al norte, con una cesta de pic-nic llena de provisiones en el interior del portaequipajes del Renault. Un botones les había hablado de un lugar bonito y poco conocido en las montañas, a pocos kilómetros. Incluso les había dibujado un pequeño y rudimentario croquis en el reverso de una servilleta de papel. Tras media hora escasa de conducción por una carretera secundaria, tomaron un desvío y se adentraron a través de un camino de tierra que ascendía rodeado de vegetación asilvestrada. Al principio, el sol impactaba de lleno sobre el techo del automóvil, que por cierto no estaba dotado de instalación de aire acondicionado, pero poco a poco las ramas de los árboles que crecían a ambas orillas de la carretera comenzaron a entrelazarse formando una tupida malla que cubría el camino con una especie de bóveda vegetal a la que solo atravesaban delgados rayos dispersos de luz.



Conforme ascendían, levantando tras ellos una nube de polvo, los matorrales y cañizales de los márgenes se tornaban cada vez más densos. Sin embargo, en un momento dado, llegaron hasta un punto en el que, tanto la vegetación marginal como el cobertizo de ramas, desaparecieron súbitamente. Era como si hubiesen atravesado un túnel de follaje que les había conducido hasta el país de las maravillas. Ante ellos se extendía una pradera tapizada de hierbas bajas teñidas de diferentes tonalidades de verde, salpicada por amapolas, violetas, margaritas y tomillo, sobre la que revoloteaban elegantes mariposas multicolor. Era el lugar perfecto para pasar un día dedicado a la relajación, al disfrute de la conversación y a compartir sensaciones olvidadas rodeados de naturaleza.

Philippe detuvo el coche y, maravillado por el entorno, salió del coche seguido por Gemma.
- Esto es precioso, ¿ no crees ?
Gemma cogió a Philippe de la mano atrayéndole hacia si para darle un espontáneo y casto beso cargado de ternura. Los pajarillos canturreaban y la escena, en su conjunto, parecía estar extraída de una novelucha romanticona y folletinesca.
- Es lo más bonito que he visto nunca -respondió.

Luego, Gemma abrió la portezuela trasera y sacó la cesta de mimbre, cortesía del hotel, disponiéndose a extender sobre la hierba un amplio mantel a cuadros. Antes de dar cuenta de la comida, decidieron dar un paseo caminando a través de un sendero que discurría entre pinos a poca distancia de donde estaba el coche. El sendero conducía a otro claro, tras el pinar, en el que se adivinaba una mansión. Una vez frente a ésta pudieron constatar que, en efecto, se trataba de un edificio de dos plantas, de estilo inglés, que, al parecer, se hallaba deshabitado. Detrás de la construcción asomaban las copas puntiagudas de doce cipreses inmensos. Philippe pensó que podía tratarse de un cementerio familiar, propiedad de los dueños de la casa, por lo que, curioso, echó a andar en dirección a los árboles. Lo que encontraron al rodear la mansión les dejó helados.

- Pero bueno -exclamó Gemma-, ¿ ves esto ?
Allí no había cementerio alguno, sino un lago construido por la mano del hombre, que bebía de un incesante manantial de agua cristalina que brotaba de un montículo cubierto de musgo ubicado en la base del terraplén que rodeaba el estanque. Éste, de orillas perfectamente perfiladas y alfombradas de césped, se hallaba protegido por la verja natural que componían los doce cipreses, por lo que la luz solar incidía de manera directa en el interior del recinto únicamente un corto espacio de tiempo al mediodía. Era un lugar más que adecuado para esconderse del asfixiante calor.

- ¿ Estás pensando lo mismo que yo ? -preguntó Gemma sonriendo y comenzando a desnudarse.
- Ten cuidado -dijo Philippe, mientras se acercaba desconfiado al borde del lago y escudriñaba el fondo-, a saber lo que habrá ahí debajo.
- No seas tonto -respondió ella a la vez que se zambullía.
- Vamos, ven aquí -le gritó desde el agua.
Philippe, no sin cierto reparo, accedió a bañarse.

La pareja jugó chapoteando y salpicándose mutuamente como dos críos. Gemma no podía sentirse más feliz. Tenía una sensación extraña y, a la vez placentera. Era consciente de notar aquello tan manido que se ha dado en llamar alegría de vivir, su cuerpo y su mente volvían a impregnarse de una inocencia y una despreocupación que ya creía perdidas.
Philippe, en cambio, estaba como ausente y se mantenía algo distante, sin dejar de observar el fondo del lago. Reía y hacía lo posible por agradar a Gemma mostrándose alegre y tranquilo, pero sus ojos rezumaban amargura. A él no le estaba resultando tan fácil olvidar su entorno cotidiano. Su pasado inmediato continuaba aferrándose al presente luchando por no caer en el olvido.

Cuando la baja temperatura del agua comenzó a provocar escalofríos en sus cuerpos, se tumbaron sobre la hierba mojada, dejando que el calor de los rayos del sol, que en ese momento incidían directamente sobre ellos, lamiesen su piel desnuda. Permanecieron un rato estirados y en silencio. Luego, Gemma paseó su mano sobre el vientre de Philippe y la deslizó bajo el bañador para, con delicadeza, asirle el pene y acariciarlo con suavidad hasta notar su erección. Entonces se incorporó y se sentó sobre él, arqueándose para que Philippe pudiese besarle los pezones erguidos e impregnados de perladas gotas de agua helada.
Hicieron el amor despacio, con ternura y, al finalizar, Gemma permaneció tumbada sobre Philippe abrazándole con fuerza. Era la segunda vez en mucho tiempo que estaba junto al cuerpo desnudo de un hombre sin sentir asco de ella misma.

Sin embargo, no habían transcurrido ni diez minutos cuando Philippe se levantó. Su semblante era serio.

- ¿ Que te pasa ? -preguntó ella, protegiendo sus ojos de la luz con el anverso de una mano.
- Nada -contestó él, intentando disimular su desazón-. Voy hacia el coche para disponer la comida. Tu quédate un poco más, ya te llamaré.
- ¿ De verdad que estás bien ?
- De verdad -sonrió-, enseguida te llamo.

Philippe se puso los pantalones y desapareció sendero abajo. Gemma se tumbó de nuevo y se abandonó a la escucha del sonido que hacía el agua del manantial al caer en el estanque, el canto de los pajaros, el zumbar de las libélulas y el olor de la hierba. Philippe tardó en avisarla, por lo que Gemma no pudo evitar que el sueño la venciese.

3 comentarios:

Lai dijo...

35. [C] “…que por cierto no estaba dotado de instalación de aire acondicionado…”
Cuanto menos me parece extrema tanta parafernalia, densa sin necesidad, mejor: ”sin aire acondicionado” y ya…
[C] El lugar me parece paradisiaco, más por lo que adivino que por lo que entrega vd.
[C] “…Gemma cogió a Philippe de la mano atrayéndole hacia si para darle un espontáneo y casto beso cargado de ternura. Los pajarillos canturreaban y la escena, en su conjunto, parecía estar extraída de una novelucha romanticona y folletinesca…”
Pues la verdad es que si, que eso, que creo que le ha dado a la Corin en vena, ¡fijo!.
[C] Creo que es Vd., todo un erotico/romantico empedernido.
Por ejemplo:
a)“…La pareja jugó chapoteando y salpicándose mutuamente como dos críos……”

b)“…su cuerpo y su mente volvían a impregnarse de una inocencia y una despreocupación que ya creía perdidas. …”

c)“…Reía y hacía lo posible por agradar a Gemma mostrándose alegre y tranquilo, pero sus ojos rezumaban amargura. …”

d) “…se tumbaron sobre la hierba mojada, dejando que el calor de los rayos del sol, que en ese momento incidían directamente sobre ellos, lamiesen su piel desnuda…” (¡que fuerte esto ultimo!)
e)“…luego, Gemma paseó su mano sobre el vientre de Philippe y la deslizó bajo el bañador para, con delicadeza, asirle el pene y acariciarlo con suavidad hasta notar su erección. Entonces se incorporó y se sentó sobre él, arqueándose para que Philippe pudiese besarle los pezones erguidos e impregnados de perladas gotas de agua helada…”

f)“…Hicieron el amor despacio, con ternura y, al finalizar, Gemma permaneció tumbada sobre Philippe abrazándole con fuerza. Era la segunda vez en mucho tiempo que estaba junto al cuerpo desnudo de un hombre sin sentir asco de ella misma.
El ejemplo (f) me deja lleno de ternura y de ansiedad por conocer el pasado del personaje femenino.
[C] “…Hicieron el amor despacio, con ternura y, al finalizar, Gemma permaneció tumbada sobre Philippe abrazándole con fuerza. Era la segunda vez en mucho tiempo que estaba junto al cuerpo desnudo de un hombre sin sentir asco de ella misma…”

Se masca la tragedia, bueno, al menos eso deseo yo.

King Piltrafilla dijo...

El pasado de Gemma ya lo conoce usted, ¡lo leyó hace unos capítulos!

Lai dijo...

Yo también juego a la "dualite"
>:]