domingo, 20 de septiembre de 2015

As the gods will


Piltrafillas, mi primera reseña dominical va hoy destinada a comentaros una de las últimas cintas del japonés Takashi Miike, la titulada internacionalmente As the gods will basada en el manga Kami-sama no iu tôri, un éxito de ventas en su país hace unos años. Que la acción transcurra en un instituto en el que unos jóvenes encerrados van muriendo nos recuerda directamente a la mítica Battle Royale. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. En este caso no se trata de estudiantes masacrándose entre ellos sino intentando sobrevivir a las pruebas mortales a las que extraños dioses les someten basándose en –agarraos– juegos o iconos infantiles tradicionales como Daruma-san ga koronda –en Catalunya, Un, dos, tres... pica paret! –, Kagome, kagome, el Maneki neko, el postre típico Shirokuma o las matrioskas rusas (quizás porque hay historiadores que atribuyen su creación a Japón). Como podéis imaginar, se trata de un típico producto miikesiano, surrealista, violento y de gran impacto visual de lo más interesante. 


La historia que As the gods will nos muestra es la de de Shun Takahata, un fanático de los juegos de cónsola que considera la escuela como una enorme pérdida de tiempo y que en alguna ocasión ha preguntado a su dios por qué su vida es tan aburrida. Pues bien, parece que sus plegarias fueron escuchadas porque el primer día que decide asistir a clase se ve envuelto en un juego demoníaco en el que poco a poco sus compañeros van falleciendo con la cabeza reventada. No así Takahata, que logra burlar su destino. Ichika Akimoto, su vecina en el barrio y compañera de instituto, también ha sobrevivido. En su clase ha pasado lo mismo... y en el resto de aulas. Encerrados en el centro escolar, ellos y otros que encontrarán tendrán que enfrentarse a diversas pruebas a vida o muerte a cual más gotesca. Y no son los únicos. Institutos de las principales capitales del mundo están sufriendo la misma pesadilla, habiendo muerto millones de jóvenes en todo el planeta. Lo dicho, amiguitos, pinceladas de humor negro –nippon style, claro- acompañadas de elementos surrealistas y violencia gore. El desenlace tampoco desmerece y el final es raro de cojones... pero si uno se toma esta película como un divertimento creado para hacernos disfrutar de una nueva obra personalísima de Miike, las casi dos horas que dura se dan por bien empleadas. Eso sí, no intentéis encontrarle más explicación que las ganas del realizador de poner en imagenes sus desvaríos. Si os va lo bizarro, os encantará.

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