domingo, 15 de diciembre de 2013

Kiss me quick!


Mi última reseña del día es para una frikada de mediados de los 60, ni más ni menos que Kiss me quick!, de Peter Perry Jr. Por aquel entonces en alguno círculos del cine independiente cutre estadounidense estaban de moda las cintas del género nudie, subproductos de cine erótico en los que -con el pretexto del nudismo y el naturismo- se rodaban historias de lo más surrealista en las que sin saber muy bien por qué aparecían en pantalla cantidades ingentes de mujeres desnudas. Así mismo, en esos años se vivía una verdadera fiebre por los monstruos. Prueba de ello es que en el mismo año en que se estrenaba Kiss me quick! en las salas comerciales, las cadenas CBS y ABC estrenaban en televisión The Munsters y The Addams Family, respectivamente. Así pues, se cogían varias chicas en topless y algunos monstruos clásicos, se agitaba la mezcla, y ya se tenía una obra para que el público joven llenase autocines y salas. Y si la inversión inicial era low cost, el beneficio estaba asegurado. Total, que como exponente de ese subgénero es esta película de 1964 que os presento hoy y que venía a sumarse a otras del estilo, como House on bare mountain –ya comentada en este blog-, en la que también aparecían señoritas ligeras de ropa y un hombre lobo metido con calzador en el argumento y que Something weird Video recopiló en un solo DVD, joya para frikis. En resumen, que estamos ante otra de esas historias simplonas, surreales y cutres, excusa para el desfile de mujeres desnudas por la pantalla, algo así como la filmación de un espectáculo de strip-tease. De hecho, las protagonistas de Kiss me quick! eran bailarinas de uno de esos locales. 


Kiss me quick! nos explica la llegada de Sterilox a la Tierra en su búsqueda de la mujer perfecta con la que asegurar la descendencia de sus congéneres en un planeta lejano. A resultas de ello, casualmente se teletransporta hasta el castillo del Dr. Breedlove, un científico loco que utilizando una máquina del sexo de su invención crea mujeres sumisas y sensuales, preparadas para amar y obedecer las órdenes de su amo. Cuando se inicia la película, Kissme está abandonándose al placer de la máquina regalándonos un strip-tease alternado de imágenes alegóricas como un mechero Bunsen o un matraz en ebullición. En esas que aparece el Dr. Breedlove y la hace vestirse –en realidad solo se pone el sujetador- justo cuando Sterilox aparece en el laboratorio. Mientras le explica al doctor lo que ha venido a hacer a la Tierra, tres mujeres en topless danzan exóticamente –menean sus tetas- a las órdenes de Breedlove. El científico loco le muestra una de sus creaciones –otro strip-tease sin venir a cuento- al extraterrestre, pero no es lo que el ser venido de otro mundo está buscando. En esas que se presenta un monstruo de Frankenstein sin que se sepa la razón -y más tarde también veremos a un Drácula por unos segundos-, pero es lo que os decía al principio de ese extraño interés por los monstruos que provocaba estas hilarantes apariciones en la pantalla. En fin, que las chicas siguen bailando y Breedlove le enseña a Sterilox una nueva hembra que está en una cinta vibradora y se desnuda. Luego las bailarinas van a una piscina y retozan en el agua. Vemos a otra chica que se desnuda para montar en bicicleta estática, a otra en topless que levanta pesas –de carton piedra y purpurina- y a una más que se esta columpiando... pero se desnuda para, se supone, hacerlo mas comodamente. Total amiguitos, que a Sterilox, quien realmente le gusta es Kissme. Así que se la lleva a su planeta y el Dr. Breedlove sigue con su trabajo, buscando la sumisa sexual perfecta. 


Piltrafillas, la verdad es que exceptuando el aspecto documental –no deja de ser el exponente de una época y un género cinematográfico- y puramente friki de esta cinta –razones suficientemente poderosas para que os recomiende la visión de Kiss me quick!-, la verdad es que no puedo alabar demasiado la parte artística o el guión de propuestas de este tipo. Sin embargo sí que quiero deciros algo. Recordad que en aquella época no existían los implantes de silicona, por lo que las bellezas que podemos ver –al menos algo real entre tanto cartón piedra- son de lo más natural.

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