domingo, 18 de marzo de 2012

Cold fish


Comienzo mis recomendaciones cinematográficas de hoy con la japonesa Cold fish, una película del realizador Sion Sono que se llevó el premio Casa Asia en la edición de 2010 del festival de Sitges. La acción tiene lugar en una población de la prefectura de Shizuoka -una comarca al sur del monte Fuji a medio camino entre Tokyo y Nagoya- y nos cuenta la historia de Shamoto y su pequeño comercio de peces tropicales –de ahí el título-, un tipo apocado casado en segundas nupcias, que vive con su esposa y su hija Mitsuko, quienes no se llevan bien entre ellas. Un día la joven Mitsuko es pillada al robar en unos grandes almacenes. El encargado llama a su padre y amenaza con denunciarla a la policía. Pero la aparición de un tal Murata –que casualmente, además de poseer un Ferrari, también regenta una tienda de peces y que intercede por ella ante él- la salvará de ser castigada. Este hecho aparentemente casual provocará que la familia de Shamoto conozca la tienda y a Aiko, la mujer de Murata, y que entre el amable hombre de mediana edad y la adolescente rebelde nazca la amistad. De hecho, Murata se ofrece para alojar en su casa a Mitsuko ofreciéndole un trabajo de dependienta en su tienda de peces. Sin embargo –como supongo que ya imagináis todos a estas alturas- el solícito Murata esconde una oscura personalidad bajo su sonrisa engatusadora.




Piltrafillas, Cold fish lleva la etiqueta de basada en hechos reales, lo que –en situación normal- acostumbra por echar por tierra la credibilidad que una cinta pueda despertar en mi. Sin embargo, la sociedad nipona es tan friki que yo ya me creo cualquier cosa de ellos. En esta película vemos como la aparente vida anodina de la familia de Shamoto está salpicada de violencia, angustia e insatisfacción, y en ese escenario, la aparición de un tipo como Murata y el descubrimiento del secreto que esconde cuestiona la moralidad de Shamoto. Amiguitos, Cold fish dura casi dos horas y media –podéis creerlo- y es muy pero que muy oriental en su desarrollo, es decir, de ritmo pausado, que ya sabéis que para mi no es para nada -al menos a priori- sinónimo de lentitud. Así pues, si queréis llenar media tarde con buen cine japonés rozando lo bizarro y os gustan las historias que se apartan de lo normal, los retratos de la parte oscura de la naturaleza humana y las historias de pusilánimes puestos al límite con pinceladas de sangre y sexo, os recomiendo que la disfrutéis. Si lo que buscáis es una película para pasar el rato en el sofá, entre cabezadita y cabezadita, ni se os ocurra escogerla.